Hombre muerto,mundo en llamas

El humo de la Amazonia en llamas llegó a la Argentina, decenas de miles de migrantes africanos mueren ahogados en el Mediterráneo ante las puertas de una Europa que destruyó Africa. Y México contabiliza más de 200 mil víctimas de la guerra por drogas que se consumen en Estados Unidos, país que depredó las economías centroamericanas y ahora reprime la llegada de miles de centroamericanos desesperados que son apresados o mueren en la frontera de México con Estados Unidos. Es el escenario mundial apocalíptico provocado por la globalización neoliberal que en la Argentina representa el gobierno de Mauricio Macri. El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, –que habilitó la depredación industrial de la selva pulmón del planeta– acusó a los defensores del medio ambiente de haber iniciado el fuego. Bolsonaro imitó así la política del macrismo de acusar a los demás por lo que es su única responsabilidad.

En Argentina el efecto de esa plaga mundial ha sido la exaltación de un signo violento en relaciones sociales atravesadas por la desesperación de la falta de trabajo y el crecimiento exponencial de la indigencia y la pobreza. Con unos días de diferencia un policía mató un transeúnte de una patada y los guardias de un supermercado mataron a golpes a un jubilado senil que sustrajo una botella de aceite y dos chocolates.

La violencia institucional no es novedad en este país moldeado en una era de dictaduras y autoritarismo. La diferencia esta vez es que el gobierno de Cambiemos –en vez de castigar, tomar medidas preventivas o simplemente criticar los hechos– alentó el uso de la violencia sin control de las fuerzas de seguridad, destacó hechos de justicia por mano propia y llegó a promover la libre portación de armas en la sociedad civil.

El urnazo de las PASO representó la rebelión y el triunfo de la realidad sobre el escenario virtual con que los medios oficialistas protegían al gobierno de Mauricio Macri. Este fenómeno marcó un límite al que el poder mediático ultraconcentrado le resulta difícil sobrepasar sin caer en el despeñadero de la pérdida de credibilidad. La diferencia de 16 puntos en la votación rompió también los mecanismos identitarios del discurso mediático.

Se produjo así el retorno de muchas familias a la televisión abierta, (comentado en dos columnas de opinión de este diario) atraídos por el nuevo reality de observar la forma como conspicuos analistas y operadores del gobierno, como Leuco, Majul o Lanata se complican para lamentarse, darse vuelta o justificarse.

El urnazo que repercutió en los medios también produjo un fuerte remezón en el ámbito de los tribunales donde ya se habla de la jubilación o retiro de los jueces y fiscales del fuero federal que han tenido más protagonismo en la persecución judicial al kirchnerismo. Si se confirman estas jubilaciones el futuro gobierno encontrará vacantes juzgados federales estratégicos y prácticamente todas esas causas quedarán en el aire.

Son versiones que circulan en los Tribunales respaldadas en algunos fallos recientes como el que anuló los procesamientos en la causa por coimas en el soterramiento del Sarmiento al ex ministro Julio De Vido y otros ex funcionarios kirchneristas y puso la mira sobre los empresarios, entre ellos, Angelo Calcaterra, el primo de Macri. Al mismo tiempo la Cámara Federal rechazó el pedido de cerrar la investigación sobre el ministro Oscar Aguad y otros funcionarios macristas por la deuda del Grupo Macri con el Estado por el Correo.

Las PASO produjeron una onda expansiva que derribó no sólo las estrategias de campaña sino también el relato de guerra judicial y periodismo de guerra que sostenía al gobierno.

En realidad, las PASO no definían nada porque todas las listas se habían puesto de acuerdo en sus candidatos principales. Pero la diferencia fue tan inesperada e indiscutible que de la nada se convirtieron en el principio del fin para el gobierno de Cambiemos. Y no surgen hasta ahora síntomas de que se pudiera revertir el resultado.

Por el contrario, las encuestas postPaso aumentan la diferencia de la dupla de Alberto Fernández y Cristina Kirchner sobre Macri y Miguel Angel Pichetto. El Frente de Todos ya estaría cerca de los 53 puntos. Y el escrutinio definitivo amplía la ventaja del Frente de Todos en casi un punto, de 15 a 16.

Las derrotas electorales tienen efecto centrífugo. Cuando Daniel Scioli perdió por dos puntos en 2015, al toque hubo rupturas en los bloques legislativos y alejamientos de gobernadores que querían libertad para negociar con el nuevo gobierno.

Ese fenómeno es síntoma de derrota. Tras las PASO, los radicales pidieron que Marcos Peña no intervenga en sus campañas. No quieren cargar con Macri. En la misma línea, Vidal dijo el jueves a los candidatos a diputados por el distrito bonaerense que es «necesario provincializar la elección». Pero no le será fácil ocultar al Presidente. Macri tiene que hacer campaña. No se resigna. El miércoles reunió a Vidal, los radicales y Horacio Rodríguez Larreta en un almuerzo para la foto.

El peso de la crisis detonó en plena campaña. Como en el judo, Macri trató de cambiar el signo negativo de ese peso involucrando a Alberto Fernández con el abrazo del oso. En una semana lo llamó dos veces por teléfono para mostrar hacia la sociedad una actuación de conjunto que no existe. El candidato opositor no quiso romper su imagen de dialoguista, pero al mismo tiempo aclaró que en las PASO lo habían votado para ser opositor y por lo tanto no habría cogobierno.

Macri insistió con otra munición de pólvora mojada y quiso darle más protagonismo a Cristina Kirchner. La ex presidenta no recogió el guante envenenado y la estrategia murió antes de empezar. Los trolls de Marcos Peña hablan del «Albertítere de la Porota».

Como carambola de billar, las cifras de las PASO retiraron el poder al que tiene el gobierno y le dieron poder al que no tiene el gobierno. Es una ecuación de suma cero a la que que se agrega la imposibilidad de Macri para frenar la crisis.

Las medidas que lanzó van a contrapelo de su pensamiento y del modelo de país que quiso instalar. Fuera del contexto de un modelo de país que sea coherente con ellas, esas medidas no tienen destino.

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