“La matemática no es sólo para la elite”

La excusa era presentar el libro Festival matemático, pero en rigor los encuentros con Paenza son siempre un juego compartido al que la gente se presta con gusto: “Uno tiene que aprender a bancarse tener un problema en la cabeza y que no le salga”, señaló.

Cuando las puertas de la sala Victoria Ocampo se abrieron, unos minutos después de las ocho de la noche del domingo, las personas que esperaban caminaron apresuradas hasta las sillas. La urgencia no era por el legítimo temor a quedarse sin asiento, sino porque querían leer el papel con siete ejercicios matemáticos para resolver y ver las ocho cartas con combinaciones de números del 1 al 255. Muchos tomaron el lápiz y garabatearon números en la hoja; otros conversaban y discutían como si estuvieran intentando alcanzar una solución verbal. La mayoría no esperó a que Adrián Paenza saludara y empezara la presentación de Festival matemático (Sudamericana), “el libro anual”, como lo llama él, un trabajo “anfibio” o “fronterizo” que, por comodidad de las clasificaciones del mercado editorial, será catalogado como un libro para chicos. Nunca puede faltar una pizarra para anotar números, hacer cuentas y construir en conjunto respuestas posibles. La escenografía se completó con dos libros más del autor desplegados sobre la mesa, La matemática del futuro y Matemática maravillosa, y cinco cofres numerados de izquierda a derecha del 1 al 5.

Cada presentación de un libro de Paenza es una clase participativa, una especie de gran festival lúdico, donde se comparten hipótesis y soluciones, dudas y errores. El matemático y periodista recordó que cuando era profesor en la facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires para la materia Álgebra preparó unos ejercicios con diferentes consignas. “En una de las prácticas, un docente auxiliar me dijo: ‘Adrián a mí no me sale; somos 64 los docentes y no le sale a nadie. Entonces me fijé y yo tampoco lo podía resolver”, reconoció Paenza. “Pero Carlos Sarraute supuso que tenía que estar en condiciones de hacerlo y lo resolvió. No hay ninguna razón para pensar que estos libros tienen problemas que son más fáciles o más difíciles. Uno tiene que aprender a bancarse tener un problema en la cabeza y que no le salga”.

Convivir con el error no es sencillo. El miedo a equivocarse tal vez sea uno de los fantasmas más significativos contra los que luchan profesores, divulgadores y fanáticos de la matemática. “No hay una única manera de abordar un problema que a uno no le sale. Lo que quiero es exhibir a los vulnerables. El lenguaje corporal dice mucho. Cuando un adulto sabe algo, el chico percibe: ‘vos no entendés, pero yo sí entiendo’. Eso se nota y hay que tener mucho cuidado porque la otra persona se siente menos porque no entiende y entonces no puede encontrar la solución. Los estamos empujando para que no piensen y crean que la matemática está reservada únicamente para una elite. Y eso es lo que combatimos. Me gustaría que todos los que están acá se vayan por lo menos con una idea que cuando vinieron no sabían, que se vayan sabiéndola y con ganas de buscar algo más”, agregó el matemático y periodista.

El juego se inició con una propuesta que no estaba en el papel sobre la manera que hay de reproducir un CD con dos canciones. “Dos”, afirmó una señora entusiasta. Cuando el CD tiene tres canciones, las alternativas son seis. Para 4 canciones el número asciende a 24. El asunto se complica cuando el CD tiene 10 canciones. “¿Cuántos días tendrá que pasar hasta que no me quede más remedio que repetir un orden en la reproducción de las canciones?”, preguntó Paenza. La calculadora de los teléfonos celulares dio una manito para obtener el resultado de multiplicar 10 x 9, x 8, x 7… y así sucesivamente hasta el número 1. La cantidad de días arrojó un número demasiado grande: 3.628.800. “Es casi diez mil años; la gente se muere”, aclaró Paenza ante las carcajadas del público. Después llegó el turno del juego de las cartas en el que propuso que cada uno eligiera un número del 1 al 255 y que separara las cartas donde aparecía. La primera en pasar al frente fue Camila, quien le dio las cartas en las que estaba el número y lo anotó en la pizarra, de espaldas al autor de Matemática… ¿estás ahí?, el primer libro de la saga de divulgación, publicado en 2005. Paenza, a la manera de un “matemago”, sacó cuentas y en pocos segundos anunció que el número que Camila había elegido era, efectivamente, el 16. “Lo habíamos arreglado antes”, bromeó el matemático y columnista de PáginaI12.

Para jugar con el cofre, subieron Martín y Juan, encargados de guardar una bolsa con monedas en alguno de los cofres numerados del 1 al 5. Si Paenza encontraba el dinero en el cofre, el juego se terminaba. Caso contrario, Martín y Juan cambiarían la bolsa de cofre, pero con una condición: que esté a la derecha o a la izquierda del que estaba antes. El tiempo nunca es suficiente para hacer todos los ejercicios. La hora se pasó volando y muchos se quedaron con las ganas de seguir pensando qué estrategia conviene desarrollar para encontrar el dinero en el cofre. Con cada libro, con cada problema, Paenza celebra “la pasión por divertirse jugando” y demuestra, página tras página, que la matemática es una herramienta sustancial, irremplazable y entretenida.

Fuente: Página 12

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