San Martín, los pibes que juegan y el desahogo que ayuda

Caruso Lombardi, Lucas González y los hinchas del Santo necesitaban una alegría después de las noches de tristeza: la clasificación en la Copa Argentina y el pedido después del partido.
Lucas González tiene hundida la cara en el césped como tantas veces vos la hundiste en el tablón, en la butaca o en el sillón. Se está llevando las manos a la cara para tratar de contener el llanto que le brota del alma. Intenta contenerlo pero no puede. Las lágrimas del pibe son, por unos minutos, el llanto de la alegría. Es la foto que debiera ser de él, toda de él, pero no.
San Martín tiene hundida la cara, pero ni aún cuando parece que va a sacarla, que va a tomar aire, un paréntesis al menos, un respiro, un alivio, algo, no la saca, no es capaz de sacarla ni en la guardia del hospital que inmortalizó Bieler en las noches felices cuando sacó los tres dedos en el Monumental.
Lucas González es el pibe que está llorando en el césped, el que representa el pedido de los hinchas, el poné a los pibes la puta que te parió, la canción previa a la que dice sáquense la camiseta y dénsela la hinchada que juega mejor. El llanto del goleador de la Reserva de 21 años es el llanto de Lules, donde nació, y es el de Ciudadela, donde se crió.
¿Cuántas cosas tienen que pasar para que San Martín sonría por lo menos una vez este año? ¿Ni ante Agropecuario hay un corchete de felicidad plena? ¿Si no sufre no es San Martín? Guarda con romantizar el drama, muchachos. Porque esa oda al infarto, al 107, al Lotreal, eso funciona con los corazones curtidos por la época, con las arterias fundidas por el amor, con la camisa desprendida hasta el cuarto botón.
Entonces de repente, mientras llorás con el pibe que puso el 2 a 1, otra vez, bumba: centro del rival, otro cabezazo al segundo palo del arquero quieto, otro gol después de la reacción como la última vez contra Lanús, y un empate con el corazón en la boca que te lleva a los penales, pero no porque importe tanto pasar de ronda en la Copa Argentina sino porque es lo que San Martín necesita después de tantas pálidas, después de tantas caras largas, después de tantas noches fuleras en Ciudadela.
Llegan los penales y por supuesto que Lucas González, el héroe del 2 a 1, esta vez lo va a errar, lo tiene que errar, así lo señala el destino de las noches cuando vienen torcidas, justo en el arco de los hinchas. En todo eso estás pensando y aparece Vitale y el corazón se te detiene por un segundo, sólo por uno, pero la pelota da en los guantes del arquero y entra y Vitale grita, y Vitale festeja, sacude los puños porque también necesita gritar hoy, tener algo hoy, volver a sonreír, y después Pons, ya más experimentado, pero con la necesidad de volver a festejar después de aquel 1 de diciembre, la serie eterna y el final.
El final es San Martín clasificado a la siguiente fase, de cara a sus hinchas, a los que de verdad no les importa que juegues en la Liga o la A, el desahogo de Caruso, la sonrisa grande de Maxi Martínez, el hincha que juega, la misma sonrisa, el mismo grito de los que juegan en la tribuna y cantan como última esperanza rumbo a la cancha de Huracán: “Que el domingo cueste lo que cueste, que el domingo tenemos que ganar”.

fuente: el tucumano

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